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viernes, 27 de mayo de 2016

La profesora de piano


Volaba tan alto, tan lejos... flotaba cada vez que sus dedos rozaban las teclas. Su alma vibraba dejándose arrastrar a un mundo mágico. Nadie creía que pudieran llegar a compenetrarse de aquella manera, a fundirse en un solo corazón porque él, sin duda lo tenía.

Si estaba triste, su música lo decía; si por el contrario veía el sol, su música resplandecía. Aquella perfecta unión sólo la podían compartir con almas blancas, y la querían compartir.
Cuando empezó a enseñar, más de uno se llevo las manos a la cabeza. Cuando veían como sus hijos avanzaban en clase de música, alababan en silencio...
Sus manos..., las manos de Clarisa, a través de sus manos les sentía y guiaba a todos. Disfrutaba tanto o más cuando sus alumnos más aventajados tocaban pequeñas piezas compuestas por ellos mismos.

Y... su preferido, el pequeño Nando, a cuyos padres les había parecido absurda la idea del terapeuta de que empezara a conocer la música, ahora veía un rayo de luz al comprobar que la profesora de piano era sorda desde niña.

(Beethoven se quedó sordo a los cuarenta y cinco años, después compuso la novena sinfonía sin oír nada... )

jueves, 19 de mayo de 2016

Más allá de la poesía


“Preciso de un disfraz, desearía no sentirme inseguro sino como un arlequín, que sabe lo bello que es”.

Cada atardecer cargado con su pequeña tarima llega al parque. Mientras acaba de embadurnar su cara de blanco el lejano violín de un músico callejero alimenta su melancolía. Se abrocha la raída chaqueta, anuda sus zapatones rojos y colocándose el aplastado bombín, se encarama al escenario.

La danza de colores habida en el cielo baña el lugar, cincelando de una luz perlada al solitario Memo. Impávido. Inmóvil. Diríase que ha dejado de vivir, que sonríe y gesticula mecánicamente cuando alguien deposita una moneda a sus pies. Y sin embargo, el mimo, nunca se siente tan vivo como cuando observa la existencia de los demás desde su altar; la jovial algarabía de los chiquillos correteando, el albor de un tierno romance, los apasionados besos de amantes fugaces. Memo se pierde en la ternura contemplando a una joven que con un pecho al descubierto amamanta a su bebé, y se ahoga en el volcán de la fantasía al mirar a Celia.

Celia, una bonita muchacha morena de no más de veinte años que vende cupones, desde su silla de ruedas, en la entrada del parque.

Un día Memo se acercó hasta ella. Echando mano de sus escasas monedas le compró un cupón.

-¿Quieres que acabe en algún número en especial?

 Un gorrión gorjeó. El mimo parpadeó cómicamente y moviendo su cabeza de lado a lado, le ofreció una rosa. La chiquilla haciendo ademán de coger la flor estiró su brazo. Memo tomó la pálida mano y se la llevó a sus labios rozando su anverso. Celia con una sonrisa turbada retiró la mano. Sus miradas se cruzaron por un instante eterno donde el amor, si tiene brazos, les estrechó volcando fuego en sus entrañas. El mimo antes de alejarse dejó la rosa sobre su falda.

Desde aquella tarde, que en su memoria siempre será ayer, Memo es feliz sólo viéndola, sabiendo que esta allí, adivinando que: “el alma que hablar puede con los ojos también puede besar con la mirada ”. Y Celia..., a la mujer le estalla su ser en pálpitos de ilusión al verle llegar; cuando al pasar junto a ella le regala una rosa, un  pétalo de atardecer.

Él, con su pereza y miedo a vivir sin disfraz, ella, con la eterna pereza en sus miembros, galopan fundidos en un sólo corazón hacia la eternidad..., buscando el ocaso de la luna... Más allá de la poesía.  

Bebo


“Cogerías una estrella.,." decías mientras, tumbados en la hierba, contemplábamos aquel cielo de finales de verano. Sentía tus dedos acariciando los míos. Te sentía a ti, a mi lado, aunque no dejaras de vagar entre tus sueños color de rosa. Me arrullabas con tu voz... "...Tendré el mundo en mis manos, Bebo, la vida es un milagro continuo, una sorpresa perpetua. Siempre puede haber fuegos artificiales, sólo hay que buscarlos. Sueña, Bebo, sueña en colores y abre los brazos...".

Vivíamos instantes eternos mesados de una extraña felicidad, como cuando me dejabas acariciar tus incipientes senos y la bragueta de mi pantalón se abultaba sin permiso. Te reías, mi niña, te reías porque tú también sentías algo y no sabías qué.
Te fui necesitando tanto... todavía me haces falta. Pero... ¿qué pasó... qué te pasó? ¿Cuándo perdiste tus sueños... cuándo tu inocencia? ¿Te equivocaste de estrella, amiga mía?

Crecimos juntos y me entregaste tu cuerpo, yo pensé que también tu alma... ¿Cómo pudiste...? Tardé demasiado en descubrir tu doble juego. Conmigo no eras así. ¿Sabes? yo creía en ti, en tu olor a ropa recién planchada, en el brillo de tus ojos, en tus palabras, en tus quimeras, en las promesas calladas de tu boca. Creía que eras mía... y tú... tú sólo eras... ¿cómo pudiste...? ¿Te acuerdas de aquella tarde en el gimnasio de la facultad? En los vestuarios vi a Jaime, estaba eufórico, había quedado con la tía más salida del instituto y ya saboreaba un polvo de órdago... y luego te vi a ti y me fue imposible asociar... ¡ja!... y él se alejó malhumorado por algo que no comprendí y tú y yo nos amamos entre sudores disfrazados, o solamente follamos entre fantasías de amor.

“Sueña Bebo, sueña...”’

Me volvías loco, princesa. Pero tuve que verte abierta de piernas con uno y luego con otro, con cualquiera, pedazo de puta, para creer a todos, para ver a la hembra en celo desbocado que hay en ti, para darme cuenta de lo que eras... y vomité chica, sí, vomité de asco... de asco, de rabia, de... ¡Joder!. Yo te quería... te quería ¿lo entiendes? Pasaron tantos años hasta que te volví a ver que apenas te reconocí. Estabas deslumbrante, y tan deseable que temí que mi pantalón se abultara como cuando era un crío. Nunca me habían gustado las tetas de silicona (y las tuyas lo eran, las conocía bien), ni entendía tu superficialidad para ponértelas, y aún así tus... tu escote amenazó con amotinar mi bragueta. Pero fue la luz que desprendían tus ojos la que me cegó para siempre... como siempre. Quise retenerte un momento... mas todos te solicitaban... y alguien susurró que eras una prostituta de lujo.
Y entendí que me moriría si no podía estar cerca de ti, y nada me importó que fueras una puta..., si te podía tener un rato todo me daba igual; porque durante el tiempo  que estuvimos separados viví en la más completa oscuridad, porque me fue imposible olvidarte, porque... te necesito, amiga mía.
Y ahora contigo... cerca de ti, aunque tenga que pagar para tenerte, aunque ya no me quede para hipotecar ni el aire que respiro, aunque me entierren vivo cada vez que te sé con otro presa del deseo, aunque sólo me ofrezcas limosnas de amor pintadas de lujuria, aunque tu estrella cayera de culo en mi jardín..., ahora, amiga mía, la vida vuelve a tener sentido.

"Sueña Bebo, sueña..."