Volaba
tan alto, tan lejos... flotaba cada vez que sus dedos rozaban las teclas. Su
alma vibraba dejándose arrastrar a un mundo mágico. Nadie creía que pudieran
llegar a compenetrarse de aquella manera, a fundirse en un solo corazón porque
él, sin duda lo tenía.
Si estaba triste, su música lo decía; si por el contrario veía el sol, su música resplandecía. Aquella perfecta unión sólo la podían compartir con almas blancas, y la querían compartir.
Cuando empezó a enseñar, más de uno se llevo las manos a la cabeza. Cuando veían como sus hijos avanzaban en clase de música, alababan en silencio...
Sus manos..., las manos de Clarisa, a través de sus manos les sentía y guiaba a todos. Disfrutaba tanto o más cuando sus alumnos más aventajados tocaban pequeñas piezas compuestas por ellos mismos.
Y... su preferido, el pequeño Nando, a cuyos padres les había parecido absurda la idea del terapeuta de que empezara a conocer la música, ahora veía un rayo de luz al comprobar que la profesora de piano era sorda desde niña.
(Beethoven se quedó sordo a los cuarenta y cinco años, después compuso la novena sinfonía sin oír nada... )
Si estaba triste, su música lo decía; si por el contrario veía el sol, su música resplandecía. Aquella perfecta unión sólo la podían compartir con almas blancas, y la querían compartir.
Cuando empezó a enseñar, más de uno se llevo las manos a la cabeza. Cuando veían como sus hijos avanzaban en clase de música, alababan en silencio...
Sus manos..., las manos de Clarisa, a través de sus manos les sentía y guiaba a todos. Disfrutaba tanto o más cuando sus alumnos más aventajados tocaban pequeñas piezas compuestas por ellos mismos.
Y... su preferido, el pequeño Nando, a cuyos padres les había parecido absurda la idea del terapeuta de que empezara a conocer la música, ahora veía un rayo de luz al comprobar que la profesora de piano era sorda desde niña.
(Beethoven se quedó sordo a los cuarenta y cinco años, después compuso la novena sinfonía sin oír nada... )