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miércoles, 22 de julio de 2015

Buscadores de sensaciones


Viola miraba intranquila a través del retrovisor el humo cada vez más negro que salía por el tubo de escape de su pequeño utilitario. “¡Venga campeón! no me dejes tirada en medio de este vacío polígono industrial”. Pero cinco minutos después, el motor se paró. Cuando algo va mal, todo va mal. La batería del móvil se había agotado, su túnica y sandalias no eran lo más adecuado para caminar hasta su casa en aquella noche helada el casi kilómetro que faltaba, y aunque se apretaba y envolvía en su cálido abrigo empezaba a tiritar.
Largas horas interpretando a la Virgen María en el belén viviente del Ayuntamiento, le habían hecho sentir un simulacro de día feliz; descartando las sonrisas hipócritas de los buenos samaritanos, la estúpida sociedad que durante esos días disfraza su tez con una postiza sonrisa; centrándose sólo en la sinceridad y pureza de los corazones infantiles. Por poco entra en la temida Navidad a golpe de ternura convertida en una niña virgen, y sin embargo, ahora todo se había vuelto del revés.
 “¡Maldito coche!!!... allí hay un letrero, parece un bar...”.

Nano, como cada noche cuando se iba el último cliente de su garito, vivía su cita, su noche, su entrega particular con el duende de la música; su musa para vivir, el único alimento de un buscador de sensaciones : el Jazz.

Acariciaba su trompeta en la oscuridad de un angosto escenario improvisado, exhalando quebradas notas de pasión, ahogando sueños imposibles, creando voluptuosidades en los silencios del alma. El piano y el saxo en su eterno diálogo con la trompeta de Nano, allá en algún lugar del tiempo, no dejaban de gemir.

Si la magia se puede tocar, eso es lo que sintió Viola cuando abriendo la puerta del local quedó extasiada contemplando la escena. Torpemente, sabiéndose interruptora de la fotografía más intima, pregunto si podía usar el teléfono. Nano asintió y señalándole donde estaba volvió a la intimidad de su música. Viola, hechizada e hipnotizada por sugerentes notas que derramaban caricias, se olvido del teléfono en el mismo instante en el que el tono de llamada intento alejarla de la sinfonía desgarradora de la trompeta. Girándose hacia el escenario, y embelesada por algo que apenas veía se sentó en un taburete alto al lado de la barra, encendió un cigarrillo y cruzando sus largas piernas observó en silencio a Nano con su trompeta.

Cuando los ojos de Viola y Nano se cruzaron no pudieron despegarse. Todo se detuvo. El tiempo, el aire, la luna, el sol. Como dos ciegos hambrientos de sueños, a tientas, caminaron uno por la vida del otro durante años, minutos o segundos. Viola bajó sus ojos, los cerró y apretó, la intensa ola de sensaciones que recorría su ser la turbaba...

Una trompeta volvió a sonar y acompañó el misterio de aquella noche. El misterio o embrujo del Jazz, eterna lágrima de luz.

miércoles, 8 de julio de 2015

¡Hacía mucho calor!


Aquella noche llevaba un vestido negro especialmente sexy. El pelo recogido en una simple pero fresca coleta, un ligero maquillaje y los labios enrojecidos de carmín. El aire acondicionado lo acababan de apagar y ya necesitaba otra ducha.
¡Hacía mucho calor!
En el estéreo sonaban boleros de ensueño que bailaban muy pegados al visillo blanco de la ventana entreabierta.
Habíamos bebido demasiado.
Mi tercer cubata estaba sobre la mesa casi vacío, y Álvaro se acababa de morder con disimulo el labio inferior...
¡Mirándome! 

“Joder, joder, joder ¡qué calor! Y yo con éste vaporoso vestido de tirantes”

-¿Quieres más hielo? –me peguntó Laura, la mujer de Álvaro.

-Sí, por favor.

Mientras ella fue a la cocina yo recordé a dos parejas que siempre iban juntas, comentarios de intercambios y esas cosas...

“Joder, creo que he de decirle a mi marido que nos vayamos” 

Laura vertió lentamente los hielos en mi vaso, a cámara lenta. Bebí los hielos de un trago sin esperar la bebida.

“¡Otra vez! Joder joder joder ¡y qué leches estoy haciendo abanicándome con el vestido! 
Qué calor, ¡que alguien quite la música! Yo me largo”.

Me agaché y por debajo de la mesa le indique a mi marido que también se agachara.
Como pude le pedí que nos fuéramos que a mí ese rollo no me iba.

Se incorporó sin hacerme mucho caso... sin lugar a dudas él se lo estaba pasando bien. Me volvió a mirar al verme todavía agachada señalando a Álvaro con el dedo índice mientras me mordía a lo bestia el labio inferior.

Mi marido de nuevo se agachó y susurró:
-Lleva media hora diciéndote que lleva dos reyes.

-Ya... lo que yo te decía, Armando. Por favor vámonos, mira que éste hombre me está engañando, dice que lleva reyes cuando yo le he visto tres sotas… o... ¿Por qué  no jugamos al cinquillo?

viernes, 26 de junio de 2015

Desde las estrellas


Osa mayor. Año 3004.

-Mami ¿por qué lloras?-, -No, cariño, no lloro sólo me brillan los ojos. ¡Mira lo que he encontrado!-, -¿Qué es eso, mami?- , -Ven, siéntate junto a mí, quiero enseñarte estas viejas cartas de tu padre-, -¿De mi papá? -, - Sí, mi amor, de tu papá. Escucha, ésta fue la última -.

Mi amada Atenea; nunca creí que pudiera encontrar mi alma gemela fuera de Centauro. La primera vez que te vi creí que eras alguien corriente. Te fui conociendo y la belleza de tu alma me desbordó. Sé que lo que hago es pecado, va contra las leyes pero yo te siento. Hace tiempo que me negué a seguir vacunándome, por eso contigo, supe lo que es la ternura, la emoción, la pasión... el amor. Mi dulce Atenea, quiero darte un hijo; me estoy muriendo, siento demasiado. Pero esta muerte que se aproxima no me inspira ningún terror, al contrario, la anhelo como anhelo tu presencia a mi lado. Mi esperma ha sido congelado, pronto llegará a vuestra nave, estoy muy cansado, necesito dormir. Te siento muy dentro.

Desde la eternidad, el amor que espera mover siempre tu alma, Risko 24.

Risko 25 bostezó por tercera vez. –Mami, no entiendo nada -. Atenea abrazaba a su pequeño. -No tienes nada que entender, sólo que tú papá desde algún lugar de las estrellas siempre velará por ti...  y por mí-. La acompasada respiración del niño le indicó que se había quedado dormido. En aquel momento Atenea sintió la urgente necesidad de contestar aquella carta.

Mi indeleble Risko; han pasado siete años. Te he sentido cada minuto de este tiempo y aunque soy consciente de que estoy pecando, me oculto de todo y todos para no sentirme culpable. Las leyes dicen que sentir trae demasiadas desgracias, que hubo un tiempo en que esos sentires sólo conducían a miserias, y después guerras, odios, vanidades, egoísmos... Pero se olvidaron de que esos sentimientos negativos engrandecen las cosas buenas. La gente tiene miedo a sufrir. Yo también dejé de vacunarme, siento cosas que los demás no pueden; y aunque siento demasiado sé que no me voy a morir, sólo dejé que se me agrandara el corazón. Tu esperma fecundó. Nuestro hijo tiene cinco años. Te siento muy dentro y eso me hace feliz.

Desde las estrellas, el alma que siempre necesitara de tu recuerdo para seguir, Atenea 17.

viernes, 19 de junio de 2015

¡Música maestro!


Hasta que encontró aquella pasajera solución, creyó volverse loco. Dentro de unos años... ya vería. 

Cada noche cuando salía del teatro y llegaba a casa, ponía la manita de Yesco sobre el casset con la grabación del concierto que había dirigido esa noche. El pequeño estaba completamente dormido y así continuaba. Por el día visualizaba vídeos de sus actuaciones mientras Yesco jugaba con su mecano junto a él. Un enorme perro les miraba perezosamente desde la butaca más cómoda de toda la sala.

Hubo un tiempo en el que componía, pero dejó de hacerlo cuando le anunciaron la sordera de su hijo. Era un bebé de seis meses entonces. Sordera profunda, diagnosticaron. -¿Y la música? -pudo pensar al fin- ¿mi hijo nunca sabrá lo que es la música?

Yesco tenía cinco años y era inmensamente feliz, como cualquier niño rodeado de amor y ternura. Le gustaba jugar imitando a papá moviendo sus pequeños bracitos. Emitía débiles sonidos al reír que eran vitamina celestial para su familia. El pequeño no se separaba nunca de Guau, un perro amaestrado que le anunciaba los peligros que él no podía oír. Llevaban juntos dos años, se entendían a la perfección. Con U, cómo había aprendido a llamarle Yesco, le dejaban alejarse de los ojos de los mayores sin miedo a que le pasara nada. Pero esas escapadas sólo eran permitidas en la finca de los abuelos.

Por ello aquella mañana el chiquillo no dejaba de sonreír, mientras que con su naricilla apoyada en el cristal del coche de mamá, observaba a dos gigantes algodones blancos perseguirse por un cielo eternamente azul. U, recostado a su lado, apoyando la gran cabeza en sus piernecitas, olisqueaba con los ojos cerrados el aroma de la temprana primavera que se colaba por una ventana. Mamá sonreía a través del retrovisor mirando la felicidad, porque su hijo era eso si la felicidad existía. Las cuatro estaciones de Vivaldi envolvían un turismo rojo que engalanaba una solitaria carretera comarcal.

El abrazo a los abuelos fue fuerte y corto, no podía ser de otra forma estando la pequeña bicicleta en el garaje.

Yesco pedaleaba a golpe de ilusión por el sendero. U, a cappella, ladraba al aire corriendo a su lado. Los altos chopos se inclinaban a saludarle; vistosas mariposas danzaban ante sus ojos abandonando por un momento las flores de los almendros; el viento mesaba sus alborotados y suaves cabellos mientras la vida acariciaba su cara. De pronto, Yesco, se paró. U dejó de ladrar. El niño miró a su alrededor, al cielo. Las puntas de los altísimos chopos tenían ya hojas, jóvenes y tiernas hojas verdes. El suave viento las movía a la vez, de un lado hacía otro, hacia delante, hacia atrás, no paraban... Yesco no dejaba de mirarlas. Se movían todas a la vez... de un lado a otro, de un lado a otro... El niño se bajó de la bici e irguió su cuerpecito, echó la cabeza hacia atrás y emitiendo un leve ruido, comenzó a mover los brazos con su mirada clavada en las hojas que hacían cosquillas al cielo.

U, rompió el silencio, rompió el silencio con dos ladridos; dos ladridos, dos palabras: ¡Música Maestro!

viernes, 12 de junio de 2015

Una luz, su luz.


No sé si la historia de ésta mujer interesa, ni siquiera si alguien la leerá, solo sé que necesito contarla, necesito hablarte de Bimba.
 
"Sus abuelos habían trabajado como esclavos en las plantaciones de algodón de Carolina del sur. Cuando al fin se abolió la esclavitud habrían de pasar muchos años antes de poder regresar a su poblado, una pequeña aldea cercana a Kribi en Camerún.
Crisa, su madre, nacida siendo esclava pudo vivir su vida, aunque llena de miserias, en libertad. Se casó con alguien que habían elegido para ella, pero el destino los separó pronto dejándola sola y en cinta.   
Bimba nació un lluvioso día de Mayo. Su madre y una misionera española se encargaron de que la pequeña creciera feliz. Los primeros años de su infancia quedaron muy ligados a los cantos de trabajo que aún recordaba mamá Crisa, y a los sueños y recuerdos que le inculcaba la misionera que, sin darse cuenta nadie, en la cabecita de la niña abrían una puerta de futuro.
En el poblado tenían una pequeña escuela que hacía sus veces de hospital. La misionera enseñó a leer y escribir a la media docena de niños que aún no podían trabajar. Bimba acudía a la escuela, cantaba con todos las canciones que le enseñaba su madre convirtiéndose en la bocanada de aire fresco de la pequeña aldea. Pero de nuevo el destino movió ficha, estalló una de esas absurdas y crueles guerras arrasando el poblado. Crisa murió y Bimba junto con otra niña de la aldea fueron metidas en un barco con rumbo desconocido.
 
Pasaron muchos días encerradas en un angosto y maloliente camarote, a oscuras, salvo la frágil claridad que se filtraba por una rendija. Llegadas a su destino, ambas niñas fueron separadas. A Bimba la llevaron a una hermosa y enorme casa. Allí, dejó lavarse y desparasitar su pelo.
Los vestidos que le dieron para ponerse eran... nunca había visto nada igual, podían ser bonitos y olían bien, pero la conversación de esas mujeres a las que sólo les veía los ojos y como la habían tocado después entre sus piernas, habían bloqueado su mente imposibilitándola para percibir nada que no fuera miedo.
Tardaría muchos años en descubrir que aquello a lo que la obligaban también se hacía por amor; que no eran necesarias las palizas, ni que todos los embarazos eran indeseables, ni que todas las mañanas había que tomar una infusión de hierbas para evitarlos, ni que...
Cuando contaba 22 años logró huir del prostíbulo. 
Después de esconderse durante días, encontró un pequeño antro del cual provenía música; canciones similares a las que cantaba su madre. Hubiera sido imposible no entrar, resistirse a la llamada del corazón.

Empezó fregando retretes. Luego se enteró de que aquella música era "Blues", aprendió varias canciones que tarareaba fregando. Por casualidad, un día que no se presentó la solista cantó ella. El dueño del tugurio comprobó que haría más dinero teniendo a Bimba y no a la solista. Bimba era mucho más atractiva y por qué no reconocerlo, cantaba mejor.
La joven, gracias a la música, conseguía dejar atrás sus años negros en Marraket volviendo a dejar cabida a los sueños.
Ahorraba lo poco que ganaba con una única idea en mente.
Por fin se presentó la oportunidad de conseguir un sitio en una patera. Navegaron "los buscadores de sueños" en medio de la oscuridad persiguiendo una luz, su luz.

La barcaza les dejó con prisa en una cala solitaria de Málaga. Deberían correr y desaparecer nada más llegar. Casi todos fueron a parar a una iglesia donde sabían que habían ayudado a otros.
Bimba empleó el dinero que le quedaba en legalizar sus papeles. Le consiguieron un trabajo de sirvienta y por la noche cantaba en cualquier bar.
Y así pasaban los años, pese a la soledad y rechazo de casi todos, comenzó a abrir los brazos, a sonreír, a ser feliz. Enseguida se había defendido con el idioma, hasta incluso había aprendido a leer.

Leía poesía que le ayudaba a soñar, a disfrutar de las pequeñas cosas... y a enamorarse.
Un cantaor de flamenco le había arrebatado el corazón, mas desapareció cuando se enteró de que Bimba estaba embarazada.
La mujer no le culpó por ello, ese hijo era lo que más deseaba en el mundo y lo demás era secundario. Su hijo nacería dentro de su sueño, con un futuro por delante, y con el amor y esfuerzo de su madre llegaría a ser un ciudadano más.

Han pasado 25 años. Bimba está en el hospital, creíamos que se moría pero gracias a su fortaleza vivirá".
 
Esta es la historia de mamá Bimba, mi madre. Me llamo Dolores y soy española.

viernes, 5 de junio de 2015

Nunca morirá


Apilaba unos cuantos libros, me descalzaba y subía al pequeño pedestal para alcanzar mi tesoro. Aquellos discos se habían quedado viejos, pero no para mí.
Los sacaba de su funda, soplaba sobre ellos y los colocaba en el olvidado tocadiscos. Me sentaba en el suelo y volaba con Lennon, Simón and Garfunkel... pero había un disco, una canción de un tal BJ Thomas, que se había convertido en algo especial, tal vez porque tenías subrayado su titulo: 'Hooked on a feeling'.

Primero la escuché con atención, y luego... esa atención se convirtió en pasión. O tal vez no fuera pasión, sólo algo que se movía muy dentro y me obligaba a cerrar los ojos intentando retener lo que aquella canción me hacía sentir.
Durante el verano del ochenta y cuatro descubriste mi secreto. Pero no te enfadaste, como yo temía, ni porque usara tu habitación para llevarlo acabo. Te sorprendiste, y me dejaste usar el tocadiscos y tu cuarto cuando quisiera. Y fue a partir de entonces que, escuchar música junto a ti se convirtió en un ritual sagrado. Y por primera vez sentí que conectaba con alguien, que teníamos un lenguaje común que solamente tú y yo comprendíamos, 'Hooked on a feeling'.

Hasta aquella tarde. Aquella tarde en la que todo cambió.

Recuerdo que hacía mucho calor. El visillo blanco de la ventana se columpiaba bajo el aire del ventilador. Yo giraba al compás de la 'Woman' de Lennon y cantaba... Du du du du.
Llevaba un vestido de tirantes que, en cada giro, su leve vuelo eclipsaba mi mirada. Dejaste sobre la cama el libro que estabas leyendo y te fuiste a duchar. Cuando saliste del baño ibas medio desnudo, como tantas otras veces, pero aquella vez sonaba '...feeling'. Y me miraste... me miraste de una forma muy extraña.
Te acercaste a mí y alargando tu mano me invitaste a bailar. Yo no sabía que hacer, pero la música me guió. Rodeé tu cuello y tú estrechaste mi cintura. Sentí tu cuerpo pegado al mío y me apreté a él emborrachándome con el suave aroma que desprendía tu piel.
Tus manos recorrían mi espalda traduciendo en caricias las notas de la canción. Noté como me desabrochabas el sujetador a la vez que empezabas a lamer mi cuello...

-¡Vete, Belén! - me gritaste de repente mientras te apartabas de mí con brusquedad- i Que te vallas hostia! ¿No me oyes? i Vete y no vuelvas más! ¡Me cago en la puta!

Salí de tu cuarto llorando, colocándome el vestido, y con un dolor en el bajo vientre,., y otro tatuado mucho más arriba. Volví... con miedo, a por mi sujetador, y vi que también llorabas... Salí corriendo sin él, sin nada. Abandonaste la casa de los abuelos al día siguiente.
..........

-Cariño, cinco minutos más y se acabó Operación Triunfo, mañana hay que madrugar.
-Pero mami...
-Ni peros ni porras, cinco minut...-le decía a mi hija cuando la canción, que había desterrado de mi vida aquel verano del ochenta y cuatro, me envenenó el alma de nuevo destapando sentimientos.
Fui a la cocina. Necesitaba agua, o simplemente huir de una canción. Mas desde allí también se oía 'Hooked on a feeling'.

-Es un clásico que nunca morirá –decían.

Nunca morirá... se me desgarraban las entrañas de placer y de dolor. Me apoyé en la encimera mordiéndome los labios y cerré tos ojos.

Hacía veinte años que no veía al tío David. Nos habíamos rehuido con absurda diplomacia, aunque mamá pensara por ello que su hermano pequeño era un inmaduro.
David...

¡No! Una canción no puede... no debe ablandar voluntades. Y no lo hará, ni destapará recuerdos prohibidos. Es sólo una canción. Pero entonces...
¿Por qué estoy llorando?

lunes, 1 de junio de 2015

La danza del vientre


Cuando era niña los relatos de la abuela dejaron una huella indeleble en su alma, relatos con los que aprendió amar Estambul. Sus callejuelas, zocos y mezquitas fueron el escenario de mil aventuras.
Aventuras en las que un apuesto y poderoso sultán la convertía en su princesa; historias, que la ayudaron a crear otro mundo, el mundo de sus sueños, donde se convertía en la más bella Sherezade que bailaba engalanada con una hermosa serpiente la danza del vientre...

Una mañana en la que distraídamente miraba los anuncios del periódico, los ojos de Calista quedaron hipnotizado:
"¿Desea aprender a bailar la danza del vientre?, llame al 57069. La danza oriental enriquecerá su vida sexual".
Tomó nota del número, ya no para enriquecer lo que era inexistente a sus treinta años, salvo aquel novio con el que supo perdió la virginidad sólo porque encontró sangre en su tanga después de un agudo dolor, sino para enriquecer su mundo de sueños.

La danza del vientre no es solo un movimiento de caderas -decía Yhasmina, la instructora, en su primera clase-, es el encuentro con vuestra feminidad.

Sólo había mujeres allí, aunque según dijo, también los hombres la bailaban. Después hizo una demostración. Con la diminuta cintura al descubierto, moviendo rítmicamente el vientre, las manos, el cuello... Calista quedó extasiada.
En la segunda clase todas fueron con pantalón de cintura baja. De algunas compañeras, junto con su cintura, quedaban al aire algunos kilos de más pero eso no importaba, sólo el movimiento. Empezó la música. Muchas risas la siguieron, aquello no era tan fácil. Yhasmina les pedía que bascularan su pelvis, que se acordaran de cuando hacían el amor.

Las carcajadas aumentaban pero alguna lo empezaba a conseguir. Para Calista era un imposible. Sus caderas estaban rígidas. Cerró los ojos e intento imaginarse sola, pero nada, sólo movía sus caderas de lado a lado. Se acordó de sus sueños:

¡la serpiente!, mas, lo único que consiguió fue un aumento de carcajadas, dos palmaditas en el hombro y la voz de Yhasmina que le preguntaba : -¿qué haces?

La noche siguiente había luna llena. Siguiendo los consejos de Yhasmina buscó un lugar solitario donde fusionar su cuerpo y alma; llevaba consigo un casstte con música instrumental de la danza del vientre. Aunque casi estaban en otoño Calista se dirigió al río, sabía que el agua facilitaba los movimientos y conocía un lugar como salido de sus sueños: un recodo cerca de una pequeña corriente donde el agua era tan nítida como un espejo.
Puso la música. Se quitó la ropa, las gafas, soltó su pelo y hechizada por una pálida desnudez que apenas conocía, se adentró en el río.
El agua le cubría poco más de la cadera y sin saber cómo, la música se fue apoderando de su cuerpo, empezó a moverse rítmica y cadenciosamente. El agua helada le acariciaba entre las piernas; alzó los brazos e irguió sus pechos, juntó las muñecas y acariciando un rayo de luna, empezó a girar. Su respiración se agitaba... 

Alberto había acudido, como siempre a finales de verano, a coger cangrejos. La música le había paralizado y el baile de la inusitada diosa abultado el pantalón. Calista, sin gafas, vio en una sombra a su sultán,  paladeando el onanismo mutuo más generoso.

lunes, 25 de mayo de 2015

Lisa


El ensortijado cabello oscuro veteado por finas hebras de nieve, adornaban su rostro perfecto; labios sensuales, nariz recta, una incipiente y favorecedora barba... Contemplaba tu atlético cuerpo cuando posaste sobre mí tus ojos azules. Al sentirme arropada, al unísono que traspasada hasta lo más hondo por tu mirada, supe que jamás podría dejar de mirarte.
Tardamos en aproximarnos. Me dejé acariciar con guantes de seda, envolver en los más exquisitos tules; tu olor... tu olor a hogar, a quietud, a monte, quedó muy grabado en cada poro de mi piel
Desde el primer instante tu vida pasó a ser mi vida.
¡Fue tan fácil aprender a quererte!

Me convertí en tu guía, tu Lazarillo, o ¿fuiste tú el mío?
Era tu juguete, tu diversión, un escape, la novedad. Bailé tus éxitos, lamí tus heridas, siempre estuve ahí.
Junto a ti viví los momentos más intensos. Levitamos sobre el mar, el campo, la ciudad. Me volvía loca jugando en inmensas praderas verdes salpicadas de flores, revolcándonos sobre la hierba.
Atravesábamos el viento.
 
Decías que en mis ojos podías encontrar toda la paz y belleza del mundo, que en mi compañía te deslizabas por la vida, ese tobogán de sensaciones casi a tientas. Y yo..., yo me moría por volver a sentir tus caricias. Borrachos de esencia de amor, deseaba que el tiempo se detuviera ¡dolía la felicidad!
Era joven, bonita y alegre.
 
Hace tiempo que no salimos tanto. Esquivas mi mirada, nunca quieres jugar. Se avecinan cambios, me lo dicen los aromas del temprano estío que se cuelan por la ventana.
Dolerá, sí.
Me acostumbré.

Desde que salimos de casa no me has mirado. Conduces en silencio. Tus manos nerviosas manejan con violencia la palanca de cambios. Un halo de tristeza te envuelve, nos envuelve. Quiero ayudarte.
¿Es por ella? ¿La que estornuda? El velo que cubre tus ojos me dice que se acerca el momento.
No, no me mires o no podrás hacerlo...

Lisa, tumbada en el abismo del vacío, observa desde la solitaria carretera alejarse el coche rojo. Sus largas y pardas orejas caen abatidas a ambos lados de la cabeza. Su húmedo hocico olisquea los vestigios de gasóleo que aún perduran en el aire. Su mirada... la mirada más triste de la tierra grita en silencio:

“Seré buena, no me moveré de aquí. Nadie te va a querer como te quiero yo, viejo amigo..."

miércoles, 20 de mayo de 2015

Spain is different


Hacía dos horas que habían cruzado la frontera. Las cuatro chicas del ford Mondeo británico, miraban embelesadas el paisaje. No era para menos, ¡llevaban tanto tiempo soñando que un día visitarían España! y sin pensarlo, ni siquiera imaginarlo les había surgido la oportunidad de esas vacaciones.
-Españolito muy toro -Ann enseguida miró el diccionario- No, no, no... is very hombre.

Las chicas realmente estaban tranquilas, Ann dominaba el idioma y Peggy había elaborado un planning vacacional perfecto y bien documentado.

Lo que les venía preocupando, sobre todo a Helen que conducía, era que desde que habían abandonado la autovía (pues querían parar en Zaragoza a visitar la Alhambra) no veían ningún indicador. Por lo que decidieron dar la vuelta, volver a la autovía e ir directamente a Madrid, allí visitarían la Maestranza, que sin duda era mucho más okey.

Katrina, la copiloto, descubrió en el plano de carreteras una comarcal, la tomarían evitando así la autopista de peaje. En tres horas llegarían a Madrid. Pero..., pasaron mucho tiempo sin ver indicadores.

Por fin una city. ¡Qué raro! su nombre no viene en el mapa. Dudan si han de parar a preguntar. Prefieren seguir un poco más, tal vez no estén perdidas.
Media hora más sin ver señales de civilización.
Se empiezan a preocupar. Casi no queda gasolina.... Allí, allí, ¡there!, ¡there !, a man whit sheeps.
-¡Help !, ¡help !

El pastor se acerca al coche. Su cara se ilumina cuando ve a las cuatro. Rápidamente se quita la boina y acicala sus cinco pelos.
-¡¡A las buenas tardes !! -les dice.
-We're losts -contestan.
Cirilo arruga su cara y pasados unos minutos les vuelve a decir:
-Ah no no YO JA-PO-NES NO SE

Ann busca en su diccionario.
-Nosotras semos o estemos perludas.
-¿peludas? ¡KIA! con lo remajas que sois y lo bien depiladicas que vais -al ir tomando confianza en la conversación, Cirilo se acoda en la ventanilla abierta del Mondeo- ¡anda que si vierais los bigotes de la Tomasa!
-I don't understand -repetía Ann pasando frenéticamente las páginas del diccionario- ¡¡¡PERDIDAS!!!, semos perdidas.
-Ahhhhhhhhhh ¡cacho de pena me da! pero don Evaristo no confiesa ahora.
-¿To Madrid please?
-¿Tu Madrid? ¿mío? ¡kiaaaaaaaaaaaaaaaa oveeeeeja no te mees en las ruedas!  

La copiloto bajándose del coche esquiva con remilgo las ovejas y de cuatro sutiles zancadas se pone delante del hombre. Le enseña el mapa y grita:
-¡MADRIS!
Cirilo sin dejar de mirar por entre el escote de la blusa que tiene enfrente, pisa fuerte en el suelo y grita:
-¡BURGOS!
 
Una semana después los padres de Helen reciben una postal que traducida vendría a decir así:

Querida familia; España es diferente, maravillosa, única. Estamos en un apartamento en primera línea de playa. Hemos hecho muchos amigos. Primero conocimos a nuestros vecinos: Cirilo y su mujer Tomasa. Tienen muchos primos que por la noche nos enseñan a cazar gamusinos en la era, digo en el mar. Hay que ser español para poder ver un gamusino. No hemos podido ir a la Maestranza porque cierran en verano, pero hoy vi un encierro con toros de verdad en la tele, es que son los Fermines de San Pamplona. Todos los días después de comer cuando los españolitos se mueren por un rato, nosotras practicamos la equitación, aunque en esta ciudad solo hay dos razas de caballos: la mula y el borrico. Os he comprado un botijo. Mañana preparamos la vuelta a casa. Nos da pena irnos así que hemos pensado pasar antes por La Coruña, queremos visitar La Giralda.

Hasta la semana que viene, querida familia.

lunes, 18 de mayo de 2015

...

Aquí la eterna romántica. La última romántica.
Adoro ser culpable por soñar...

Un solo corazón


Hacía frío. Sentía congelada su alma mientras llenaba aquella triste maleta con diminutos jirones de su ser, poca ropa y demasiados sueños rotos. Era lo mejor. De alguna forma era lo mejor, se repetía sin cesar. ¡Pero eran tantos, tantos los recuerdos de los momentos felices vividos, había sido tan puro y noble su amor! Lo llenaba todo y poco a poco o fue de repente.. veía como aquel hombre se iba convirtiendo en un extraño, y a pesar de todo le seguía queriendo, y a pesar de todo... ¡No podía más! Temía que le fallaran las fuerzas... ¡dolía tanto! Secándose las lágrimas, Laura, cerró la maleta, salió de casa y se dirigió a la estación de Atocha.
Una mujer perdida ocupó un asiento en el tren de las 17.45 Madrid-Salamanca.

Si los recuerdos no quemaran, si no la hubieran conducido a las más míseras tinieblas, quizá podría haber pensado que no todos los días le ofrecen a una un cargo de responsabilidad en una revista tan prestigiosa como ‘suya’. Pero no podía darse cuenta de nada.

El tren se puso en marcha. Su mirada se iba deslizando sobre un paisaje que no veía y su corazón solo gritaba: Daniel... Daniel... Daniel...

Fue un poco antes de Navidad cuando en una noche negra, después de una absurda discusión, él acabo perdiendo los nervios y estampó un violento puñetazo sobre el rostro de su mujer. Laura petrificada mientras veía correr la sangre que emanaba de su nariz, se encerró en el cuarto de baño. Daniel espantado de sí mismo salió de casa. Aquella noche volvió de madrugada. Antes de irse a trabajar Laura creyó observarle mirando preocupado su herida en la cara, también le pareció recibir un beso en la frente, pero cuando despertó y se vio sola supo que lo había soñado. Aquella mañana mientras se pintaba más de lo normal intentando que no se notase nada sobre su pálida piel, recordaba los primeros años de casada.

.... La infantil efusión con que daba y recibía Amor, caricias, cariños. Como dejaba mecer su espíritu en la más preciosa cuna de ilusiones sin faltarle nunca esa chispa de fuego en sus ojos. Y Daniel, diligente, caballero, amantísimo de su mujer, viviendo para ella; pintando proyectos, sueños de mil colores y sacando a flote una pequeña empresa. Pasaban los años y crecía la empresa, crecía él y crecía su matrimonio. Se encontraba en el cenit de su carrera. Y sin saber cuando todo empezó a ir mal...

Paso el día sola. Se acostó temprano refugiándose en la lectura. Sintió a su marido llegar a casa, prepararse la cena y evitar entrar en el dormitorio ¿sentía remordimientos? No, él no sabía qué era eso. Esa noche tampoco durmió con ella. Por la mañana Laura encontró una rosa en la almohada.

 Y así transcurrían los días, unos daban paso a otros. Las rosas sobre la almohada se multiplicaban, pero era, como si a esas flores les faltara el color, la vida. En Navidad, delante de la familia, Laura y Daniel volvieron a ser el matrimonio perfecto. Pero algo se rompía cada vez más. Dicen que la convivencia es la tumba del Amor, pensaba ella viendo cada vez más lejos aquel paraíso de Dante, esa sublime expresión del ideal, ese cielo siempre azul.
Necesitaba volver a ser ella. Recobrar su identidad, aunque nada le dolía más que imaginar la vida sin él sabía que debía ser así, tenía que volver a empezar, en otro lugar, lejos de allí.
Tres meses después viajaba a Salamanca gracias a la oferta recibida.

Mirando distraídamente por la ventana de su oficina mientras saboreaba un solitario café, su pensamiento volaba hacia él, “¿Por qué no llama? ¿Por qué no escribe? ¿Se ha olvidado ya de mí?”
No, no era fácil ser un solo corazón.
Había decidido ser avara con sus sentimientos, empequeñecer su corazón pensando solo en ella, después en ella y luego en ella, ¡cúmplelo! –se dijo.

El teléfono sonó.
-Laura tráeme el nuevo catálogo.

Al llegar con los vistosos papeles al despacho del gerente, la secretaría le informó que tendría que esperar un par de minutos.
-Está hablando con el jefe- dijo señalando hacia la puerta del despacho.
Mientras las dos mujeres seguían hablando, dentro de la oficina la gerente se despedía de su interlocutor:

-Sí, no te preocupes, te mantendré informado de todo, descuida, confía en mí, nunca lo sabrá Daniel.

...

¡Ay... el amor! Mueve el mundo, está claro. O al menos me mueve a mí.
Pero volvamos, volvamos a las risas.
¿Quién prepara en tu casa las vacaciones?¿Nosotras?
Culpables.
No se puede ir a Boston sin conocer Burgos.

viernes, 8 de mayo de 2015

Presentación


Al grano. Sin rodeos... es mejor que lo sepas cuanto antes:
La culpa es de ellas, tal vez un poco mía pero sobre todo de ellas.
Y tú piensas mientras arrugas el ceño con leves ganas de dejar de leer... ¿culpa de qué, hija?

-De todo, culpa de todo, buen samaritano y lector... atractivo, guapo y maravilloso Siempre hay que echar la culpa a alguien, por eso existen tantos abogados, juicios, querellas, sinsentidos, audiencias y Jorges Javieres. Y pelotas, pelotas muchos.
 
 Hace millones de años, en algún país alejado de políticas, recortes, gran hermano vip, supervivientes y Podemos con todos los Ciudadanos del corral... apareció escrito la ingeniosa frase La culpa siempre la tienen ellas, y juro por Dios que la cajera alemana del Merkeldona todavía no tenía un euro, ni Belén Esteban monedero que estaba claro que iba a dimitir; ni siquiera llevaba coleta Pablo Iglesias. Pero la frase se quedó ahí, perpetuada en un mundo fabricado de costumbres y tópicos.

En esta colección de pequeños relatos vamos a soñar y reírnos recordando aquel amor imposible que nos partió el corazón, aquellas vacaciones tan bien preparadas, o aquel hombre al que nunca olvidaremos; vamos a apatrullar la ciudad, las ovejas, el mus, ¿el oeste?, ese hijo que nunca se está quieto; tantas y tantas cosas, y alguna carcajada.
Porque... ¿La culpa siempre la tienen ellas? Quizás; al menos nosotras ponemos toda la carne en el asador, sin necesidad alguna de trabajar de cajeras en Alemania ni pasar una temporada en la casa de Guadalix.

¿Qué no?
 Entra, lee y me cuentas.

jueves, 7 de mayo de 2015

Bienvenidos


Leonor había puesto todo su empeño en que la velada saliera bien. La primera impresión es la que cuenta, le decía siempre su madre. Se había rizado el pelo, acababa de rociar la estancia con una finísima lluvia de su perfume preferido, y había sido algo más generosa al colocárselo en las muñecas y tras el lóbulo de las orejas. La ropa negra que llevaba le favorecía, de eso no había duda, tan ceñida y con ese escote: insinuando sin mostrar nada, como debe ser. Todo preparado. Dos copas de champán sobre la mesa de cristal acompañadas por ligeros y atractivos canapés; una suculenta pero débil fragancia escapándose de la cocina y la casa a media luz. La música romántica tan imperceptible que apenas se oía.
Aquella era su primera cita con Marcos.
Cuando el hombre por el que suspiraban todas sus compañeras de oficina la invitó a cenar, intuyó que su ansiado sueño se cumpliría mejor en terreno propio ya que de esta forma su problema quedaría más tapado. Sabía que podía ser la mejor anfitriona; sensual como pocas de su atractivo no tenía dudas, pero de sus nervios sí.

Al estar frente a quien le gustaba no sabía qué decir, los temas de conversación se evaporaban. Su terapeuta desfallecía con ella. Leonor era la mayor charlatana que conocía hasta que coincidía con un hombre guapo, atractivo, entonces se quedaba muda. Se le habían acabado los trucos y consejos que darle, hasta llegó a temer que en verdad perdiera momentáneamente la facultad del habla. Pero un compañero sugirió que la mujer hiciera guiones o recordara letras de canciones... y la cosa más o menos empezó a funcionar.
Leonor había llenado la casa de notas ocultas, hasta en sus muñecas había escrito dos diminutas chuletas. Se echaba un último vistazo en el espejo cuando el timbre de la puerta sonó. ¡Qué puntual... y qué guapo...!, pensó al abrir quedándose pasmada e idiotizada en el umbral.

Marcos la miraba sonriendo y alabando su buen gusto. Traía una botella de vino. La mujer miró con disimulo su mano izquierda, la chuleta..., ¡el perfume la había borrado! Sonrío mientras llamaba a gritos mentalmente a las palabras.

-Buenas noches, bienvenidos hijos del rock and roll...

Lo dijo tan sin una pizca de ritmo y tan seria que, el hombre riendo pasó dentro. Y entregándole la botella contestó:

-Ya veo que lo vamos a pasar pipa. Tienes fama de divertida ¿Te gusta Miguel Ríos?
-¿A mí? ¡Si casi no había nacido! –le dijo Leonor mientras se dirigía a la cocina pensando “Vamos bien, vamos bien, princesa ¡ya has dicho cinco palabras seguidas... y sin guión!

Marcos resultó ser un gran conversador por lo que la velada se normalizó bastante. Lo malo era cuando la miraba con esos ojos... ella sentía que le devolvía la sonrisa más reboba y estúpida del mundo, y completamente muda. El hombre estaba acostumbrado a causar ese efecto y se mostraba encantado. Pero Leonor no se sentía bien, así que apurando su copa se encaminó hacia la ventana, allí había escondido una de sus notas. Tan bien escondida que la escasa luz le impedía encontrarla.

-¿Qué haces...?-, oyó a sus espaldas.

Se giró y sonrió. La tenue luz le convertía en el ser más hermoso y varonil que había visto nunca. Tragó aire, respiró con profusión y golpeando el suelo con uno de sus tacones dijo:

-Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer...
-¡Nacha Pop! Y ahí no me digas que no habías nacido porque se notaba un ligero ritmillo... Venga, te ayudo a poner la mesa y cenamos.

“Vamos bien, vamos muy bien, princesa”
La cena transcurría dentro de los parámetros de la normalidad. Él contando sus batallitas, y ella revisando mentalmente su exquisita ropa interior y deshaciéndose al imaginar lo que ocurriría luego...

El tiempo se detuvo al observar que Marcos la miraba con fijeza. Esperaba una respuesta... sonriendo con esos dientes blanquísimos y aquellos labios. Ella miró con disimulo la nota doblada escondida en su servilleta. Enlaza una frase con su última palabra, leyó. “¿Y qué decía...?”

-Alonso, mujer, Alonso... –volvió a repetir él.
-Alonso Quijano... ¿don Quijote de la Mancha?
-No digas tonterías, mujer, el Alonso de toda la vida: Fernando Alonso. ¿En qué mundo vives? –le preguntó con el ceño fruncido, lo que acentuaba aún más su atractivo.

Suspirando y temblando al mismo tiempo mientras doblaba su servilleta, contestó:
-No me hables, no me hables. No me hables así...
-¡Juan Pardo! Esa canción le encantaba a mi madre, ella sí que era una luchadora con...

“Vamos bien, vamos bien, princesa, ya has conseguido encarrilarle de nuevo a su monólogo”.
Después de cenar y mientras ella se llevaba los platos a la cocina, Marcos encendió el televisor. ¡Gollllllllllllll!, le oyó gritar enardecido de pasión. La mujer preparó dos sugerentes copas sonriendo y se desabrochó un botón de la blusa.
-¡Nena! –le oyó gritar de nuevo- ¿No habrá por ahí palomitas? Empieza el derbi y luego echan Rambo 13, mejor quito la música.

“¿Puede un príncipe convertirse en rana?”, pensó bebiendo una de las copas de un trago y abrochándose el botón.